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Muere el encarcelado líder opositor Alexei Navalny, enemigo más acérrimo del presidente ruso

En esta imagen de archivo, el activista opositor ruso Alexei Navalny
En esta imagen de archivo, el activista opositor ruso Alexei Navalny participa en una marcha en memoria del líder opositor Boris Nemtsov en Moscú, Rusia, el 29 de febrero de 2020.
(Pavel Golovkin / Associated Press)

La sorprendente noticia de la muerte de Navalny —menos de un mes antes de una elección que le dará a Putin otros seis años en el poder— provocó nuevas críticas e indignación contra el líder del Kremlin

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Alexei Navalny, que luchó contra la corrupción oficial y organizó protestas multitudinarias contra el Kremlin siendo el enemigo más acérrimo del presidente ruso Vladímir Putin, murió el viernes en la colonia penal ártica donde purgaba una condena de 19 años de prisión, informó el servicio penitenciario de Rusia. Tenía 47 años.

La sorprendente noticia de la muerte de Navalny —menos de un mes antes de una elección que le dará a Putin otros seis años en el poder— provocó nuevas críticas e indignación contra el líder del Kremlin, que ha reprimido a toda la oposición en su país.

Navalny se sintió indispuesto tras un paseo el viernes y perdió el conocimiento, explicó el Servicio Penitenciario Federal en un comunicado. La ambulancia que llegó a la colonia penal donde cumplía condena intentó reanimarlo, pero no lo logró. Se buscaba “establecer” la causa de muerte.

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ARCHIVO - Izquierda a derecha, el exministro de Hacienda ruso Alexei Kudrin
ARCHIVO - Izquierda a derecha, el exministro de Hacienda ruso Alexei Kudrin, los dirigentes opositores Boris Nemtsov y Alexei Navalny asisten a un acto para protestar el presunto fraude electoral en elecciones parlamentarias en la avenida Sajarov, Moscú, 24 de diciembre de 2011.
(Misha Japaridze/AP)

Navalny estaba en prisión desde enero de 2021, cuando regresó a Moscú tras recuperarse en Alemania de un envenenamiento con una sustancia neurotóxica del que culpó al Kremlin. Desde entonces, recibió tres sentencias de prisión que rechazó alegando que respondían a motivaciones políticas.

Mandatarios de Occidente y otras figuras que se han opuesto al gobierno de Putin elogiaron la valentía de Navalny. La salud del líder de la oposición se había deteriorado recientemente y la causa de su muerte sigue siendo desconocida, pero muchos mandatarios y líderes a nivel mundial responsabilizaron en última instancia a las autoridades rusas por su deceso.

“Su muerte en una prisión rusa y la fijación y el miedo hacia un hombre sólo subrayan la debilidad y la podredumbre en el corazón del sistema que Putin ha construido. Rusia es responsable de esto”, dijo el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken durante una conferencia en Alemania.

El canciller alemán Olaf Scholz subrayó que Navalny “probablemente ahora haya pagado con su vida ese coraje”.

El vocero del Kremlin, Dmitry Peskov dijo que Putin ha sido informado sobre la muerte de Navalny. La portavoz del líder de la oposición, Kira Yarmysh, dijo en X, la plataforma antes conocida como Twitter, que el equipo aún no tenía confirmación.

Poco después de conocerse la noticia de su muerte, el canal de la red social rusa SOTA mostró imágenes del político supuestamente en un tribunal ayer. Se ve a Navalny de pie, riendo e intercambiando bromas con el juez por enlace de video.

Navalny fue trasladado en diciembre desde una prisión en el centro de Rusia a una colonia penal con “régimen especial” —el nivel más alto de seguridad del sistema penitenciario— por encima del Círculo Polar Ártico.

Sus aliados calificaron su traslado al penal de Kharp, una localidad en la región de Yamalo-Nenets, a unos 1.900 kilómetros (1.200 millas) al noreste de Moscú, como otro intento de obligar a Navalny a guardar silencio.

Esta remota región es conocida por sus largos y duros inviernos. Kharp está a cerca de 100 kilómetros (60 millas) de Vorkuta, cuyas minas de carbón formaron parte del sistema de gulags, los centros penitenciarios de la época soviética.

Antes de su detención, hizo campaña contra la corrupción en los estamentos oficiales, organizó multitudinarias protestas contra el Kremlin y se presentó a elecciones a cargos públicos.

En la Rusia de Putin, los opositores políticos solían esfumarse en medio de disputas fraccionales o irse al exilio después del encarcelamiento, posibles envenenamientos u otras formas de represión. Pero Navalny se fortalecía y llegó a la cumbre de la oposición con firmeza de carácter, bravatas y un conocimiento profundo de cómo se podían utilizar las redes sociales para soslayar la asfixia a la que el Kremlin somete a los medios de prensa independientes.

Enfrentaba cada revés —fuese un ataque físico o el encarcelamiento— con intensa pasión y respondía al peligro con ingenio sardónico. Esto lo llevó a tomar la medida audaz y a la postre fatal de regresar de Alemania a Rusia, donde lo aguardaba el arresto seguro.

Recientemente, las autoridades penitenciarias habían encerrado repetidamente a Navalny en una celda pequeña para castigarlo por infracciones menores. El mes pasado, dijo en un comunicado difundido en las redes sociales que fue colocado en la celda tras ser acusado de no querer “presentarse con base en el protocolo”.

El traslado a la pequeña celda significa que a los prisioneros sólo se les permite caminar afuera en un estrecho patio de concreto a las 6:30 de la mañana

“Pocas cosas son tan refrescantes como un paseo por Yamal a las 6:30 de la mañana”, escribió.

Navalny nació en Butyn, a unos 40 kilómetros (25 millas) de Moscú. Se graduó de abogado de la Universidad de la Amistad Popular en 1998 y recibió una beca para la universidad estadounidense de Yale en 2010.

Atrajo la atención al concentrarse en la corrupción en la mezcla turbia de políticos y empresarios rusos; una de sus primeras medidas fue comprar acciones en las empresas de petróleo y gas para convertirse en accionista activista y hacer campaña por la transparencia.

Al concentrarse en la corrupción, las campañas de Navalny apuntaban directamente al bolsillo de los rusos y su sensación generalizada de estar siendo estafados, y tenían una resonancia mayor que las inquietudes más abstractas e intelectuales sobre los ideales democráticos y los derechos humanos.

En 2013 lo condenaron a cinco años de prisión por defraudación, en lo que calificó de persecución por motivos políticos, pero la fiscalía, sorpresivamente, reclamó su libertad durante la apelación y un tribunal superior le dio una sentencia en suspenso.

En la víspera de la sentencia, Navalny se había inscrito como candidato a alcalde de Moscú. La oposición consideró que su libertad era producto de grandes manifestaciones en la capital contra su condena, pero muchos observadores la atribuyeron al deseo de las autoridades de dar un aspecto de legitimidad a la elección.

Navalny fue segundo, un resultado impresionante contra el alcalde, que tenía el respaldo de la maquinaria política de Putin y gozaba de popularidad por sus mejoras a la infraestructura y la estética de la capital.

La popularidad de Navalny creció tras el asesinato a tiros del carismático Boris Nemtsov en 2015 en un puente cerca del Kremlin.

Cada vez que hablaba de Navalny, Putin jamás lo llamaba por su nombre; aludía a él como “esa persona” u otra frase similar, aparentemente para tratar de restarle importancia.

Sobreviven a Navalny su esposa, una hija y un hijo.

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